Especialistas aseguran que «no es una oferta escandalosa»
El plan que el gobierno presentó ante los acreedores privados la semana pasada para renegociar la deuda externa “no es una propuesta escandalosa, ni tan gravosa para los prestamistas”. Así lo dijo el economista, docente universitario y titular de la Fundación Pueblos del Sur, Esteban Guida, al mismo tiempo que objetó que el Ministerio de Economía no muestre un programa económico. “Esa referencia está faltando para poder decir si la propuesta es buena”, subrayó. Y aseguró que las actuales condiciones de la economía internacional “generan una gran oportunidad de realizar un cambio estructural para reorganizar las prioridades nacionales y cambiar un modelo económico que desde fines de los 70 está fuertemente arraigado en la especulación”.
—¿Qué opinás de la propuesta sobre la renegociación de la deuda que presentó el ministro Martín Guzmán?
—Me falta un punto de referencia para de decir si la propuesta es buena o no. Me refiero a que el ministro, cuando asumió, planteó la necesidad de que tengamos una deuda sostenible y de que el programa económico sea sustentable. Eso no solamente implica postergar los compromisos de pago de la deuda pública, sino que también involucra una posibilidad de generar riqueza a nivel doméstico. Y, por lo tanto, una riqueza en términos internacionales, o sea de divisas, para afrontar los pagos. Entonces, está faltando conocer o entender cual es el programa económico del gobierno con relación a la producción y la generación de riqueza. Me parece que el principal desafío hoy es ese. Porque todos nos dimos cuenta de lo que trae el modelo anterior, de primarización de la economía y de desindustrialización, no sólo generó pobres y desocupados sino que tampoco generó riqueza.
—¿Es viable trazar este plan en este contexto de emergencia?
—Creo que no sólo es viable sino que es inexorable que Argentina, ya no sólo este gobierno, tenga un plan económico. Estas condiciones de la economía internacional nos generan una gran oportunidad de establecer un programa económico que tenga que ver primero con las necesidades de los argentinos. Es interesante ver que los gobiernos, no sólo de Argentina sino de otros países, han hecho un reordenamiento de sus prioridades. Estamos viendo como se destinan recursos tanto a actividades sanitarias, cómo a sostener a los más pobres, etcétera. Ahí la clave está en cómo se enfrenta políticamente cada país con relación al resto del mundo y a la pandemia. Si piensan que tiene que pasar la pandemia para que todo siga como antes y hacer solamente cambios redistributivos, o si ven a la crisis internacional como una gran oportunidad de cambios. Me remito a otro momento de la historia argentina. Durante el transcurso de la 2º Guerra Mundial, cuando los países empezaban a ver que la economía de guerra les había permitido también generar trabajo doméstico, industrializar algunos de manera incipiente y otros de manera consolidada, y generar riqueza nacional, también se dio esta discusión. Hoy es una situación parecida. No estamos guerreando entre países pero sí con un virus que está haciendo caer el comercio mundial a niveles históricos. Es la gran oportunidad para cambiar un modelo económico que desde principios de los 80 fines de los 70 está fuertemente arraigado en la especulación, en la actividad primaria y en la apertura externa.
—El programa de campaña de Alberto Fernández recogía en términos generales esos postulados. ¿Entendés que está volviendo sobre sus pasos respecto de la propuesta original?
—Es cierto que escuchamos todo eso del gobierno. Pero ahí tengo dos inquietudes. Por un lado, no estamos viendo un programa explícito, lo que tampoco veíamos al principio de la gestión de Alberto Fernández. No vemos concretamente la idea, las medidas, los enfrentamientos políticos concretos que se van a hacer para ese cambio. No digo que no lo tenga, pero no lo estamos escuchando. No hay un planteo concreto de reposicionamiento de la Argentina en el contexto internacional a nivel económico. Porque eso no es solamente una cuestión de promover el crédito doméstico, o mejorar el salario básico. Es una cuestión de cómo Argentina se para con respecto al resto del mundo. Si va a seguir sujeta al movimiento de capitales y dependiente de éste o si va a empezar a fabricar, a producir aquellas cosas que necesita. La batalla de la Argentina es por la soberanía de su ahorro (sector financiero), por la soberanía de sus recursos (minería, petróleo, agronegocios) y por la posibilidad de utilizar todo eso en términos del bienestar de todos los argentinos. Ahí está la batalla principal. No si le cobramos un impuesto extraordinario a 12 mil personas. Claramente esto no lo va a poder hacer un presidente. Para esto hace falta aglutinar y hacer participar a todas las fuerzas productivas, porque realmente es un cambio estructural del país.
—El gobierno dispuso volcar liquidez a la economía y los bancos no estuvieron a la altura. ¿La intervención mayor del Estado en el sistema financiero sería una de las puntas para un programa más audaz en esta emergencia?
—Sí. Porque creo que el sistema financiero es uno de los talones de Aquiles de cualquier modelo de desarrollo nacional. Si ante cualquier medida de administración del ahorro nacional, que es básicamente lo que el BCRA le pone como normativa a los bancos privados, el gobierno tiene que ceder, estamos al horno. No hay que olvidarse que estamos bajo una administración del sistema financiero que data del año 1977 y que estuvo dispuesta para que los capitales extranjeros vengan al país y, bajo la especulación, hagan sus ganancias. Este sistema financiero así como lo tenemos va a ser muy difícil que aporte a un nuevo país. Esta lucha es central. Hubo otros presidentes que intentaron hacerlo, o lo dijeron, pero no pudieron porque el sector financiero hoy maneja el principal insumo de la economía nacional que son los dólares. Y no es una batalla menor. Lograr que otorguen créditos al 24% es una discusión menor porque el sector productivo no está corriendo a buscar créditos a esa tasa. El problema de fondo es que tenemos que volver a recuperar el ahorro nacional para que nuestro Banco Central sea un banco de desarrollo, no uno que termina administrando la riqueza de los bancos privados.
—Volviendo al tema deuda y con las prevenciones que mencionó ¿Ve factible que la propuesta sea ser aceptada por los acreedores, tiene racionalidad?
—Sí. No me parece que una propuesta escandalosa. No me parece una locura. Y además pienso que si el ministro estuvo casi cinco meses negociando es porque del otro lado hay ciertos apoyos que le dan viabilidad a la propuesta. Pero insisto, no creo que sea muy escandalosa, cuando son tasas de interés y costos financieros tan altos. Además, son intereses sobre intereses. La no quita de capital en realidad no es tan gravosa. Cuando se apunta al interés y no al capital, en realidad para el que prestó sobre interés sigue siendo un gran negocio. No veo que la propuesta argentina sea tan gravosa para los prestamistas en un contexto donde las tasas internacionales están por el piso. Pero no deja de ser una cuestión política. Creo que la decisión va a tener que ver con qué hace Argentina después. Si sigue sujeta a las recomendaciones de los organismos y grupos financieros, o si se planta con un modelo de desarrollo que no dependa tanto del flujo internacional de capitales.