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«Las inundaciones son un problema más amplio que el modelo productivo»

El diario La Capital entrevistó a Fernando Martínez, expositor de la charla «Porqué nos inundamos» y publicó un artículo brindando un análisis de la actividad desarrollada por la Fundación Pueblos del Sur resaltando las frases y reflexiones más importantes del especialista en el tema.

Ni desastre natural ni consecuencia directa del cultivo de soja: para el ingeniero agrónomo Fernando Martínez las inundaciones en Santa Fe son un fenómeno multicausal, en el que se conjugan procesos como el cambio climático, las características del suelo y el paisaje, la falta de planificación urbana y el modelo de explotación agropecuaria.

Martínez, jefe de la Agencia de Extensión Rural Casilda del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), participó de la charla abierta «Por qué nos inundamos. La problemática de los excedentes hídricos en la provincia de Santa Fe», realizada en la Fundación Pueblos del Sur. Antes de la actividad, el investigador mantuvo esta entrevista con La Capital, en la que plantea la necesidad de avanzar en agricultura de conservación y ordenamiento territorial y alerta: «Si hoy empezamos a tener políticas de Estado los resultados los vamos a ver en un plazo medio de 40, 50 años».

—Cuando se producen las inundaciones desde distintos sectores se las presenta como un fenómeno meramente natural, ¿cuál es la relación entre inundaciones y modelo productivo agropecuario?

—En realidad, el problema es bastante más amplio que el modelo productivo del agro. La construcción de la sociedad pampeana se hizo en un clima que no es el actual, es de fines del siglo XIX y XX. El clima cambió: llueve más y mucho más intensamente, y no estamos preparados para eso. Pero además tenemos otra característica: el suelo y el paisaje. Esto es el Pago de los Arroyos, es todo ondulado, y en el fondo de las depresiones corren arroyos que llevan al Paraná, con lo cual no tendría que haber problemas de escurrimiento. Sin embargo, está todo taponado, porque las obras de infraestructura no existen, y si existen no están mantenidas. Los pueblos crecieron sin ordenamiento territorial, se metieron adentro de los valles de inundación de todos los arroyos. Al llover más en el campo, encontramos el efecto de la explotación agropecuaria, que es el sistema de relacionamiento de la sociedad humana con el recurso natural. La explotación agropecuaria es una porquería, consiste en abusar o destruir el suelo. Todos los años hacemos solamente un cultivo como la soja que no deja residuo, en siembra directa, sin fertilización, etcétera. El problema es que nuestro suelo no está en condiciones de infiltrar toda el agua que llueve. Afortunadamente no infiltran bien, porque permiten almacenar mejor el agua para enfrentar las sequías de invierno y verano. Un suelo que infiltra bien, por ejemplo en el oeste pampeano, infiltra 300 milímetros, pero no lo conserva. En el otro extremo, un bosque de ñandubay en Villaguay, Entre Ríos, infiltra 6 milímetros. Los nuestros en condiciones normales podrían estar infiltrando entre 50 y 70. No obstante, la explotación agropecuaria no empieza con la soja: tiene 130 años. Se araba y araba, y se rompía el suelo.

—¿Existe una concepción cortoplacista en los productores y los actores que organizan la producción?

—El objetivo primario del agro pampeano es la renta, ese es el producto básico. No hay visión de largo plazo. Esa es la forma en que se estructuró el agro pampeano. La Confederación Argentina tuvo la idea de la colonización, pero el resto del agro pampeano fue conducido básicamente por las familias de comerciantes y contrabandistas de Buenos Aires. No le podés pedir una visión de largo plazo, conservacionista del suelo, que considere lo que llamamos los costos ocultos. Tampoco se cumple el ordenamiento territorial. Sabemos cómo funcionan los barrios cerrados: se compra un campo barato porque no sirve para soja porque se inunda y ahí se hace un barrio. Además, muchos barrios de la población que tiene menos recursos se instalan en los lugares que son frágiles y baratos, que son los que se inundan. Después, la red vial diseñada para una condición hídrica distinta queda corta, porque le pasa el agua por todos lados. La agricultura de conservación y el ordenamiento territorial tienen que ser políticas de Estado, se tienen que hacer carne en toda la sociedad.

—Precisamente, ¿cómo ve el rol del Estado en estas cuestiones?

—El Estado acompaña lo que pretende la sociedad. Si la vida del tipo que está en el campo pasa de seis meses en seis meses por la rentabilidad de la soja, ¿qué le vas a pedir? Si no hay presión de la sociedad, el gobierno de turno no reacciona a eso. Estamos perdiendo mucho tiempo, y hay que recuperarlo. Si hoy empezamos a tener políticas de Estado los resultados los vamos a ver en un plazo medio de 40, 50 años. El cambio climático nos viene complicando y va a seguir complicándonos, por los gases de efecto invernadero y demás. Rápidamente tenemos que responder. El planteo es: hagamos políticas de Estado tanto de agricultura de conservación y de ordenamiento territorial y nos pondremos en la misma campaña que pocos países en el mundo. Más allá de lo declamativo no pasa nada.

—¿Se puede compatibilizar el cultivo de soja con cuidado del medio ambiente?

—Perfectamente. Necesitamos la soja. Es más, necesitamos la soja transgénica. Pero no una para que facture la multinacional, sino una transgénica que esté desarrollada para la agricultura de conservación. Estamos hablando prácticamente de refundar todo el agro pampeano, con todo lo que tiene adentro. Una de las claves principales tiene que ver con el compromiso político de la gente.

El aumento en el régimen de lluvias

Un informe elaborado por Fernando Martínez, indica que las lluvias en la región núcleo pampeana (RNP) han aumentado su milimetraje respecto a los datos de la serie 1900–2015 variando según sitios entre +15 hasta + 35 %. «Además hay duplicación de su intensidad, pasando de valores medios de 120 milímetros por hora (mm/h) a 250 (mm/h). Llueve más y las tormentas son más intensas», indicó.

Los suelos en la RPN pertenecen mayormente a los órdenes «Argiudoles y Hapludoles», con alta proporción de limo en sus horizontes superficiales. Esta composición exige cierto contenido mínimo de materia orgánica o restos de raíces que garantice la porosidad vertical necesaria para una buena infiltración. Como el limo tiene tendencia a acomodarse en láminas horizontales, la carencia de estos «aglomerantes» determina la existencia de poros horizontales en lugar de verticales impidiendo la circulación del agua y la exploración radicular en profundidad.

El modelo productivo predominante en la región es el de monocultivo de soja de primera en siembra directa sobre suelo desnudo en un largo barbecho de 5-6 meses de duración aplicando pequeñas dosis de fósforo (P) + azufre (S). «No está suficientemente asumido que el problema más importante y hasta cierto punto irreversible que provoca el monocultivo sojero es el deterioro del suelo por producir un balance negativo de carbono edáfico, que dispara efectos perjudiciales (menor infiltración, mayor compactación, mayor escurrimiento y mayor erosión, entre otros). El monocultivo sojero consume entre 450 y 600 mm de agua para producciones medias de entre 2800 a 4500 kg/ha. Para Casilda, los promedios anuales de lluvia fueron 946 mm para serie 1945-1964; 1062 mm en 1980-2013 y 1170 mm en 2009-2014 y en 2012: 1487 mm). Así, el excedente regional entre lo «llovido» y lo «consumido» se ha más que duplicado, pasando de 200/300mm a 400/600 mm. Como además el monocultivo sojero impide la infiltración de gran parte del excedente, este escurre anegando suelos que naturalmente no se anegaban.

Link de la nota: http://www.lacapital.com.ar/campo/las-inundaciones-son-un-problema-mas-amplio-que-el-modelo-productivo-n1437047.html



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